PRESENTACIÓN ESPECIAL

• Mañana a las 20, en el Espacio Incaa del Ente Cultural (San Martín 251).

Durante décadas, “Los traidores” fue una película maldita. Raymundo Gleyzer la filmó en 1973 para relatar la vida de un sindicalista peronista corrupto, personaje en el que muchos vieron a Augusto Timoteo Vandor y a José Ignacio Rucci (asesinado pocos meses después del estreno del filme).

Tres años más tarde, el director, que militaba en el grupo Cine de la Base (parte del Frente Antimperialista por el Socialismo, organización que respaldaba el Partido Revolucionario de los Trabajadores y su brazo armado, el ERP) fue secuestrado y desaparecido por los militares que habían tomado el poder.

“El trabajo y el recuerdo de Gleyzer circuló de una forma clandestina en los 80 y 90, en una subcultura que se pasaba los VHS de sus películas. Desde 2001, la gente comenzó a salir a la calle a hacer sus propias producciones sobre lo que estaba pasando en el estallido social y su figura fue tomada como bandera de cine popular y militante”, destaca Cynthia Sabat, autora de “Compañero Raymundo”, el libro sobre su vida que será presentado mañana, dentro del Festival Tucumán Cine Gerardo Vallejo.

El libro fue realizado en forma conjunta con la viuda del director, Juana Sapire. “Ella vive en Nueva York, pero enseguida tuvimos una relación con mucha afinidad y la acompañé a testificar en el juicio por la desaparición de Gleyzer en 2010. En 35 años nunca se había sentado ante un tribunal para contar lo que había pasado”, señala Sabat. Junto con el escrito, se procedió a restaurar todas sus películas, y todo integra un pack producido por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales dentro de la colección “Hasta la memoria siempre”, donde también está la filmografía de Jorge Cedrón, Gerardo Vallejo y Fernando Birri.

- ¿“Los traidores” fue su sentencia de muerte?

- Puso el dedo en la llaga y todos los actores y técnicos que participaron de la filmación tuvieron consecuencias enormes, e incluso debieron irse del país. Su secuestro y asesinato a los 34 años fue para dar un aviso y para desarticular el Cine de la Base. “Los traidores” es una papa caliente, molesta y vigente, es como si la hubiese filmado ayer. Era un gran crítico del peronismo y su posición es implacable. Se la ve a la CGT actual en las escenas. Y el libro que presentamos es muy completo, con documentos inéditos para reparar la memoria perdida.

- Su identidad política lo ubicó en la otra vereda del peronismo.

- Su línea era marxista leninista, indigenista e internacionalista. No estaba esperando que Juan Domingo Perón sea el salvador de la patria, sino que respaldaba la revolución socialista y quería llevarla a cabo. Entre otras, filmó “México, la revolución congelada”; “Ocurrido en Hualfin”, con Jorge Prelorán, y “La tierra quema”, un documental sobre la miseria de los campesinos en el noroeste del Brasil. Fue un creador valiente.

- ¿Su posición ideológica incidió en el silenciamiento de su labor?

- Siempre fue una figura conflictiva, muchos no sabían dónde colocarla en el sentido en que o era muy reciente su desaparición como en el gobierno de Raúl Alfonsín, y con el menemismo quedó en la oscuridad. Recién en la etapa final del kirchnerismo hubo gente en el Incaa que entendió que su figura era indiscutible más allá de su ideología, lo que mostró mucha amplitud. Nos falta toda una generación, que nos habla desde sus películas.

- El Incaa también creó un premio con su nombre.

- Eso es maravilloso y a él le hubiese enorgullecido mucho. No tenía ego, pero que el premio sea para fomentar a nuevos directores lo hubiese alegrado especialmente.